Por La cámara de Wetzlar. Si la historia de la fotografía de 35mm lleva grabada la palabra Leica en letras doradas, el nombre Elmar representa el ojo fotográfico por el cual han sido recogidas millones de imágenes. Ningún otro objetivo ha visto tanto mundo como el Elmar en la primera mitad del siglo XX, incluyendo desde estremecedores reportajes de la segunda guerra mundial hasta los mas felices momentos de las Olimpiadas de Los Angeles, Berlín, Helsinki, y Londres (en Melbourne-56 se dejó ver ya el primer Summicron de 50mm, puesto en el mercado tres años antes). 

Tras los exitosos prototipos de Oskar Barnack, las primeras Leicas modelo Ia de 1925 estaban equipadas con un objetivo Leitz Anastigmat 50mm f3.5 que pronto dieron paso en el mismo año al Leitz Elmax de misma luminosidad y distancia focal. Sin embargo, y motivada por una reducción de costes que se hizo realidad en el paso de cinco lentes a cuatro en la construcción del objetivo, Leica pudo introducir en 1926, y a partir del número de serie de cámara 1300 el primer Elmar de 50mm f3,5.

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Poco más de treinta años después, ya en la época dorada de Wetzlar, se presentó el Elmar 50mm f2,8 como objetivo de acceso al mundo de las telemétricas de la marca. Inicialmente ofrecido también en montura de rosca, la idea era seducir al aficionado exigente con un objetivo compacto, de buena calidad e ideal para ir construyendo un sistema fotográfico consistente. Hoy en día, casi 70 años después, el planteamiento no ha desaparecido del todo y Leica sigue ofreciendo objetivos de introducción a la marca, como el Summicron SL 50mm f/2 Asph.

Estética y construcción

Este objetivo conserva estéticamente las formas del Elmar de toda la vida debido a su capacidad de ser retráctil. Es decir, se trata de un objetivo que cuando no se utiliza puede introducirse hasta cierto punto dentro de la cámara, justo dejando un pequeño espacio entre la parte posterior del objetivo y el detector de la Leica, aunque hoy en día con las M digitales hay que tener cuidado.

Hemos visto a algún fotógrafo “contraer” el Elmar en su M10, pero nuestro consejo en este apartado es claro: si usas este objetivo montado en una cámara con sensor digital no te compliques la vida y mantenlo siempre extendido.

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Para utilizarlo solo hay que extraer el tubo principal que contiene el sistema óptico y ejercer una pequeña rotación para enclavarlo en su posición correcta. Se podría pensar que estas maniobras continuas van a tener unas consecuencias negativas en el alineamiento del eje óptico con el paso del tiempo, pero nada mas lejos de la realidad: la solidez del enclave del objetivo en su posición de trabajo es absoluta. 

En realidad nuestro vetusto Elmar de 1938 aun conserva después de casi de noventa años su capacidad de rigidez, manteniéndola sin ningún tipo de holguras. Así que podemos estar seguros de que este Elmar va a ser un objetivo que podrán heredar nuestros hijos a poco que lo cuidemos de los golpes y otros efectos externos perniciosos tales como los choques de temperatura, ambientes de humedad extrema…

En cuanto a la construcción mecánica, tanto en tacto como en suavidad a la hora de accionar el anillo de enfoque este objetivo nos recuerda al clásico Summicron DR de doble rango de enfoque de los años 50. No es mala comparación, ya que el famoso Summicron DR está considerado probablemente como el mejor objetivo normal jamás construido desde el punto de vista mecánico.

El peso del objetivo es contenido, pero debido a su solidez mecánica se hace ligeramente más pesado de lo que nos sugiere su apariencia, y con 207 gramos es marginalmente más pesado que el Summicron 50mm Versión III y versión IV, los cuales dan 200 y 195 gramos en la báscula, respectivamente.

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El anillo de accionamiento del diafragma va situado en la parte anterior del objetivo, teniendo un manejo muy suave, con una serie de clicks perfectamente reconocibles que accionan 15 palas curvadas, originando una apertura prácticamente circular sea cual sea el valor de la apertura que elijamos, desde f2,8 hasta f16. Lo que si resulta curioso es que tenemos dos escalas de valores de diafragma: si miramos el objetivo de la cámara desde arriba veremos la clásica sucesión de valores de apertura (f2.8, f4, f5.6…), pero por debajo del objetivo tenemos repetida la misma escala. 

Esto es así debido a que todo el anillo de diafragmas rota con el objetivo a la hora de enfocar, y en las distancias de enfoque más cortas la rotación hace que si no existiese esta duplicación de escala de diafragmas sencillamente no la veríamos. Se hace un tanto extraño durante los primeros cinco minutos de uso. Después de ese tiempo se convierte en una más de esas características Leica que no hacen otra cosa que añadir placer a la hora de fotografiar.

La tapa de este Elmar es algo que podemos calificar de absolutamente hermoso. Se trata de la misma tapa metálica que se podía encontrar coronando los Summicron normales de Leica de la década de los 50 y 60. Encaja por rozamiento simple en el propio objetivo y le proporciona un aspecto rotundo, majestuoso. Para aquellos que se reconozcan despistados y olvidadizos (¿quien no ha perdido alguna vez una tapa de objetivo?) puede ser buena idea adquirir una tapa de plástico de Leica para objetivos de 39mm de diámetro. No disfrutaremos de las mismas sensaciones que con la tapa metálica pero caminaremos algo mas tranquilos por la calle.

Calidad óptica

Sería algo más que inexacto decir que este objetivo es una evolución del Elmar f/3.5 50mm de 1926 ya que es en realidad una versión bastante mejorada de esta fórmula óptica primigenia pero con una continuidad óptica garantizada mediante el empleo de una formulación clásica de tipo Tessar de cuatro lentes en tres grupos. Este diseño fue desarrollado por el físico Paul Rudolph en 1902 cuando trabajaba para la firma Zeiss y ha sido muy empleado por otras muchas marcas fotográficas en todo este tiempo. 

Sin ánimo de ser exhaustivos podemos citar el Schneider Xenar, el Agfa Solinar, el Rodenstock Ysar, el Kodak Ektar y el Nikkor 45mm AI-P, probablemente uno de los objetivos mas “Leica” fabricado por Nikon con respecto a la estética de las imágenes que produce. La pregunta que debemos hacernos ahora es: ¿merece también este objetivo el apodo “Adlerauge” (ojo de águila) con el que es conocido familiarmente el Tessar de Zeiss? La respuesta es claramente afirmativa con ciertos matices, pero aparte de nitidez hay bastantes mas cosas de las que hablar.

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Leica publica en su Web las gráficas MTF de todo el catálogo de objetivos actuales, pero no tiene un repositorio de aquellos que no están ya a la venta. Afortunadamente aún se puede encontrar en la Web una publicación de Leica del año 2002 escrita por Erwin Putts, fotógrafo holandés ya fallecido y toda una autoridad en el estudio técnico e histórico de los objetivos de Wetzlar. La publicación lleva por título “Leica M Objective: Ihre Seele und ihre Geheimnise” (“Objetivos Leica M: Su alma y sus secretos”) y es un verdadero tesoro para los que amamos las sutilezas ópticas en las creaciones del fabricante alemán. Desgraciadamente esta publicación nunca fue traducida al español, pero la información gráfica es un lenguaje universal.

En la página 47 del documento se aprecian las curvas MTF de este Elmar para los valores de diafragma f/2,8 y f5,6. Putts marca este último valor como “diafragma óptimo” del objetivo (personalmente es para nosotros difícil elegir entre f5,6 y f8 el mejor valor). A f2,8 podemos hacer la siguiente afirmación: Cualquier Summicron de 50mm e independientemente de su versión, es mejor a f2 que el Elmar a f2,8, especialmente en el centro. 

El comentario escueto de Putts sobre este objetivo es el siguiente: “A máxima apertura, el contraste entre bajo y medio de este objetivo da como resultado una imagen ligeramente uniforme y los detalles finos en el campo de la imagen se dibujan con bordes imprecisos. A f4 la imagen se vuelve notablemente más nítida, el rendimiento en la zona axial es excelente, aunque las zonas exteriores pierden comparativamente calidad”. 

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Nuestra impresión a lo largo de los días en que hemos sometido a prueba esta óptica coincide prácticamente con la del fotógrafo holandés, aunque percibimos las palabras de Putts algo pesimistas. En efecto, a f2,8 notamos esta versión del Elmar como si le faltase ese «punto último” de nitidez y a modo de ejemplo el Summilux 50mm f1,4 Asph a plena apertura es ligeramente más nítido.

Pero la distancia entre ambos no es insalvable y la imagen del Elmar ayudada de un poco de máscara de enfoque en Photoshop o Lightroom alcanza entonces una nitidez equiparable, aunque hay que ser conscientes de que estamos comparando dos pasos de diafragma diferentes: ajustado a f/2,8 el Summilux actual es sin ninguna duda bastante superior al Elmar.

Coincidimos también con Putts en que el salto de f2,8 a f4 es excepcional y podríamos interpretar incluso que el Elmar es un 50mm f4 de estándares de nitidez actuales que ofrece un f2,8 para situaciones de emergencia. Y no nos interpretes mal. A f2,8 el Elmar puede utilizarse sin restricciones en las Leica M de mayor resolución, pero teniendo siempre en cuenta que nos va a ofrecer esos mencionados bordes imprecisos a plena apertura.

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En este sentido esta versión del Leica Elmar difiere del Zeiss Tessar f2,8 de los años 50 y 60 que mencionábamos párrafos arriba. El de Oberkochen es ligeramente más nítido a  plena apertura pero no nos ofrece esa deliciosa redondez de imagen que sí tiene el de Wetzlar. Ambos son relativamente suaves a f2,8 y elevan su contraste a f8 hasta alcanzar valores plenamente actuales. Si lo miramos bien nos damos cuenta de que el Elmar es también un objetivo ideal para retrato a plena apertura que trata con dulzor los rostros de quien está delante de la cámara.

Por ejemplo, para foto de calle el Elmar de 50mm es verdaderamente una estrella. Su aspecto es tan sencillo, inocente y tiene un aire tan vintage que nos ayuda a pasar desapercibidos hasta extremos impensables. Si ya de partida estamos utilizando una Leica M, que es percibida siempre como una cámara amable y poco agresiva, el conjunto que se forma al utilizar este objetivo clásico de Leica nos convierte prácticamente en fotógrafos invisibles. Y si alguien se fija en nosotros haciendo fotos la impresión que causamos es sencillamente la de alguien “raro” que utiliza una cámara antigua.

El bokeh es el característico de estos objetivos. Es un bokeh algo nervioso que se aparta completamente de por ejemplo el que nos ofrece un Summilux 50mm asférico, pero es una de las marcas de la casa de los Elmar de Leica. Da casi igual el año porque todos los Elmar, desde la primera versión de 1926 hasta la última versión, posterior a la que nos ocupa -de finales de los años 90- muestran ese carácter y sabor a Leica tradicional. Y somos muchos los que disfrutamos del carácter único de los Elmar de 50mm.

Historia y personalidad por poco dinero

Ligero, clásico, construido bajo los estándares mecánicos más exigentes y lleno de nostalgia, este Leica Elmar es un objetivo que enamora. Sabemos que no existe objetivo malo de Leica en el mundo de las cámaras telemétricas pero llega a sorprender lo que es capaz de ofrecer éste. No es justo compararlo con un Summicron actual, pero se muestra orgulloso ante cualquier Summicron hasta la versión III. No tiene la apertura del Summicron y no es el campeón del torneo a f2,8 pero a partir de ahí no se arredra ante nadie y prácticamente sin importar la edad.

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Hace años, cuando aún no habían llegado las telemétricas digitales de Leica ese paso de diafragma entre el Elmar y el Summicron -dos pasos reales si nos ponemos absolutamente exigentes- era una diferencia definitiva debido a la sensibilidad de la película, cuando lo más usual era utilizar material sensible de 100 o 400 ASA.

Sin embargo ahora, con los valores de ISO que alcanzan los sensores digitales -recordemos que incluso la M8 se defiende perfectamente a ISO 640- la diferencia en luminosidad ya no es una excusa para renunciar a un Elmar. Si, es cierto, nosotros también preferimos el Summicron, pero el Elmar tiene tanta alma … no sería fácil desprenderse de cualquiera de ellos.

Y llega ahora la pregunta que siempre nos hacemos: ¿para quien es este Leica Elmar 50mm f2,8 que estuvo en el mercado entre 1957 y 1974? Como suele suceder existen varias respuestas. En primer lugar para aquel que entra en la marca. Un fotógrafo o una fotógrafa que siempre ha querido comprar una Leica M y que siempre se había encontrado con un presupuesto desfavorable.

Comprar un cuerpo M es ya la primera montaña a escalar, pero después el fabricante nos muestra toda la cadena montañosa que representan sus objetivos. Este Elmar se puede encontrar pre-owned con un precio de mercado de entre 400 y 600 Euros, y entonces, ya con un cuerpo de M cargado en la mochila, el temible ejercicio de alpinismo se convierte en un paseo más agradable por un cerro o una loma cercana.

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Otro perfil de comprador es el usuario de Leica experimentado que ya tiene un Summilux o ha llegado a lo más alto con su Apo Summicron de 50mm y que siente que en ocasiones la perfección llega a ser aburrida, así que adquiere este Elmar por su inmenso carácter de imagen o para llevarlo a fotografiar a entornos donde no quiera uno exponer las joyas ópticas personales.

Lo más probable es que este fotógrafo mantenga el Elmar en su colección de objetivos y no lo ponga de nuevo en el mercado, a diferencia del fotógrafo primerizo en Leica, el cual probablemente y con el paso del tiempo venda el Elmar para ayudar a la adquisición de un Summicron.

Y entonces el Elmar vuelve de nuevo al mercado y enseguida -duran muy poco a la venta- encuentran un nuevo hogar. En este caso el nuestro.


Este artículo es una adaptación del original publicado en el último número La Cámara de Wetzlar (LCDW), una revista sobre el universo Leica. Puedes acceder a ella a través de Club Wetzlar.