Sigma BF, las claves de una cámara (muy) diferente

Si hay una marca que mantiene intacta su capacidad de sorprender es Sigma. Y en un mercado repleto de cámaras iguales y donde todo el mundo parece obsesionado con hacer algo parecido a las Sony para content creators, la llegada de un modelo como la nueva Sigma BF sólo puede considerarse una gran noticia.

Y es que hoy ha sido un día grande para la compañía que no sólo ha desvelado dos nuevos objetivos y esta cámara, sino también su nueva imagen de marca: logo y tipografía renovados y unas cajas de producto que parecen dejar claro ya a primera vista la calidad del producto.

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Y un mensaje que, ahora que la producción de ópticas y cámaras de muchas compañías se ha llevado fuera de Japón, Sigma hace bien en reivindicar con fuerza: sus productos son «made in Japan».

En realidad, las tres novedades desveladas por Sigma son únicas ahora mismo en el mercado. Nadie más ofrece a día de hoy un 300-600 mm f4 para cámaras de formato completo y el más modesto 16-300 mm lleva un paso más allá el concepto de objetivo todo en uno con un zoom de más de 18x aumentos que también bate récords en el mundo sin espejo.

Diseño minimalista

Pese a ello, la Sigma BF es la protagonista indiscutible del día. Una cámara que no deja indiferente a nadie y que con su diseño hace que las especificaciones parezcan casi lo de menos. Posiblemente es parte de la idea de un modelo que pone el acento en la sencillez, la simpleza y en un minimalismo radical en sus formas, ergonomía y manejo.

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Aunque durante un momento llegamos a pensar -soñar- que se trataba de una cámara compacta que resucitaba la idea de aquellas Sigmas DP de antaño, la BF sigue la línea de las FP: una mirrorless de formato completo, con sensor de 24 megapíxeles, sin obturador electrónico y con un tamaño y peso mínimos.

Bueno, en realidad son 388 gramos muy bien aprovechados para transmitir entre las manos una incuestionable sensación de calidad y de producto premium. Tanto que el precio anunciado (2350 euros) ha sonado a poco durante la presentación. O, mejor dicho, todo el mundo esperaba una cifra más cercana a los 3000 euros o incluso por encima.

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¿Llega la Sigma BF dispuesta a competir con modelos como la Fujifilm X100 VI o la Leica Q3? Aunque aquí hablamos de una cámara de ópticas intercambiables, la filosofía parece ir en esa línea, aunque el diseño tan alejado de las cámaras clásicas seguramente marca mucha distancia entre esos conceptos y el que propone Sigma.

La propia historia de Sigma -¿alguien recuerda aquellas DP Quattro?- es la mejor inspiración de este modelo, pero mirando más allá resulta imposible no pensar en la reciente Zeiss ZX1. También, aunque nos tememos que será el título recurrente en busca de click que nos encontraremos por ahí en las próxima semanas, es fácil ver esta Sigma BF y preguntarse si una cámara de Apple no sería algo parecido a esto.

Sigma BF, una cámara para el día a día

Kazuto Yamaki, presidente de Sigma y seguramente uno de los principales ideólogos de esta cámara, lo tiene muy claro: la BF es una cámara sencilla para el día a día y pensada para quienes no quieren usar el móvil como esa cámara que siempre se lleva encima.

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De entrada puede sorprender, pero en realidad es algo que ya nos contó hace años. Con esa misma filosofía se había creado la Sigma FP y ahora la BF no hace sino radicalizar un poco más ese concepto, tanto en el diseño como en los menús y manejo, que han sido repensados desde cero.

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La verdad es que cuesta imaginar a alguien dudando entre llevarse de viaje un móvil como cámara o esta Sigma BF, pero entendemos perfectamente la idea. Una filosofía minimalista en diseño y manejo que reivindica un mensaje clásico: olvidarse de la cámara y sus opciones y menús para centrarse en hacer la foto.

Sigma BF, primeras impresiones

¿Pero qué tal la cámara? La verdad es que es pronto para decirlo, porque la Sigma BF no va de especificaciones, de si el sensor es (o no) el de la Panasonic S5 II, si la grabación en 6K hace que se caliente o cuánto dura la ráfaga máxima de 8 fotogramas por segundo que ofrece.

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Entre las primeras dudas recurrentes que puede generar la cámara, la ausencia de empuñadura y visor seguramente estarán en la lista. No hay información por ahora sobre si habrá accesorios compatibles, pero lo cierto es que casi daría pena romper la estética tan limpia de la cámara.

Quienes conozcan la historia de cámaras de Sigma sabrán que los visores integrados nunca han sido una prioridad. ¿Se echa de menos? Seguramente sí, porque ya hemos repetido un par de veces el gesto de llevarnos la cámara al ojo. Pero será cuestión de acostumbrarse.

Respecto al agarre, la textura metálica frontal y un relieve trasero para el pulgar son las únicas concesiones. Necesitaremos unos días de uso para saber si es suficiente y si, como se promete, es una cámara manejable con una sola mano.

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Los mandos y menús reinciden en esa idea de sencillez extrema: sólo cinco botones, incluyendo el disparador, y una rueda trasera. Ademas de la pantalla principal, un pequeño monitor con indicaciones de las opciones seleccionadas y -gracias- el nivel de carga de la batería. Que, por cierto no tiene tapa y usa un mecanismo muy Leica.

¿Es fácil de usar? Requiere un poco de margen para acostumbrarse y dar con el sistema de configuración de los modos manuales, pero tras esos primeros minutos nos parece que todo tiene mucha lógica. Nos gusta, por ejemplo, que al pulsar el disparador la pantalla quede totalmente limpia –clear view lo llaman- y las opciones pasan a controlarse en el pequeño monitor secundario.

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No negaremos que echamos de menos el estabilizador en el cuerpo en una cámara que se antoja interesante para foto de calle, pero suponemos que se ha priorizado el tamaño frente a todo lo demás. Pero teniendo en cuenta que las ópticas I Series con las que se supone trabajará la mayoría tampoco están estabilizadas, es un claro punto en contra.

Mejores sensaciones con el enfoque automático, un claro punto débil en las Sigma FP y que aquí llega con evidentes mejoras en detección, seguimiento y reacción. Lo seguiremos probando durante estos días.

Por cierto, la memoria interna de 230 GB nos parece una magnífica idea. Pero también es verdad que la opción de una ranura para tarjetas de memoria daría cierta tranquilidad cuando alguien haga la irremediable pregunta: ¿y si falla ese SSD interno, qué hago? De nuevo, parece que el diseño minimalista ha primado sobre decisiones que podrían hacer la vida un poco más fácil o tranquila al usuario.

¿Para quién es la Sigma BF?

Pese a nuestro evidente entusiasmo por esta cámara, confesamos no tener respuesta para esta pregunta. Porque una cosa es lo que dice la teoría, y otra lo que decide el mercado. Más en estos tiempos en los que conviven móviles, con cámaras de película y compactas de hace 20 años que enamoran a los más jóvenes.

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En ese contexto tan heterogéneo y un poco loco, la Sigma BF pone su granito de arena para animar un escaparate en el que lo retro parece ser la única opción alternativa a la hora de diseñar una cámara.

De entrada, la Sigma nos parece un modelo para disfrutar. Y eso es siempre algo bueno para una cámara. De hecho, es lo que pensamos hacer con ella en las manos durante estos días por Japón para contaros en breve nuestra experiencia sobre el terreno.

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