Seguro que has visto alguna foto de Mikel Ponce. O muchas, porque delante de su cámara han pasado los cocineros y cocineras más conocidos de España y también los equipos, salas y platos de los mejores restaurantes del país. Sus fotos ilustran habitualmente la revista Apicius, la más prestigiosa dedicada a alta gastronomía en España, y también los libros que editan.
Así que a nadie del mundo de la gastronomía sorprenderá que Mikel Ponce haya sido elegido como jurado de los World Food Photography Awards. Seguro que tampoco a quienes descubran ahora su trabajo. El certamen de foto gastronómica más importante del mundo y que en esta nueva edición está patrocinado por Bimi encara su recta final, porque el plazo de participación se cierra el próximo 9 de febrero.



Una excusa tan buena como otra cualquiera para charlar con Ponce y repasar algunas de sus fotos que se alejan del estilo que muchas veces se asocia con la fotografía gastronómica. Incluso en los retratos o en los bodegones de platos, siempre hay algo diferente en sus tomas que le da una gran fuerza.
«La fotografía gastronómica la conforman varios estilos fotográficos, el retrato, la arquitectura, la fotografía de paisaje, el reportaje y por supuesto el bodegón»… explica. Algo que él pone en práctica en sus sesiones donde busca una visión global de lo que ocurre: «hago retratos a los cocineros, fotografío la arquitectura del restaurante, interior y exterior, el paisaje del entorno, sea urbano o en el campo, el ajetreo de los equipos de trabajo en las cocinas y por supuesto los platos y el producto».


¿Y cuál es la clave para conseguir estos resultados? «La cámara ayuda, pero no es lo más importante», advierte. En cambio la luz, es «la pieza que lo conforma todo y forma parte de la propia idea». Y, por supuesto, su mirada y la experiencia, nos atrevemos a añadir.
Aunque relativiza la importancia del equipo dentro de todos los elementos que acaban conformando una sesión, la verdad es que Ponce apuesta sobre seguro. «Hasta hace muy poco, únicamente trabajaba con una Sony A1 y mis objetivos preferidos eran y son el Sony 90 mm f2.8 macro para platos y un Sony 24-70 f2.8 para el resto».

Un equipo al que desde hace unas semanas se ha sumado un nuevo elemento y, según nos cuenta, en parte por culpa de Photolari. «Desde hace poco más de un mes, he pasado a trabajar principalmente con una Fuji GFX 100 II de formato medio y el 120mm f4 macro, es un equipo brutal».
Gastronomia, fotografía y pasión
Y entre vistas, libros y restaurantes, una nueva misión: sumarse al equipo de jurados de los World Food Photograohy Awards. «Es toda una responsabilidad, pero estoy muy feliz. Es un privilegio ser testigo del talento de tantos fotógrafos», nos cuenta.



Al final, lo suyo es algo casi natural que surge de combinar sus dos pasiones, la fotografía y la gastronomía. Y «cuando trabajas en algo que te apasiona, todo fluye», reivindica. ¿Pero puede uno dedicarse a esta especialidad sin que te guste comer o cocinar? Una pregunta recurrente en el sector y que, en realidad, podría ser aplicable a cualquier tipo de fotógrafia.
«Siempre me gustó ir a restaurantes y probar todo tipo de estilos de cocina. Entiendo que si eres un buen profesional, conseguirás igualmente buenos resultados, pero creo que es un plus si te gusta comer. Si compartes la pasión gastronómica con los cocineros, hay una mejor conexión y eso se traduce en unas mejores imágenes», explica.



En esa misma línea van los consejos que enumera para quienes estén pensando en dedicarse profesionalmente a la fotografía gastronómica. «Que busquen su estilo propio, que vean mucha fotografía gastro para ver qué se está haciendo dentro del mundillo, pero que no copien», advierte.
Y también pone el acento en el trabajo previo necesario. «Que escuchen a los cocineros, que hablen con ellos antes de las sesiones. Que se informen bien de qué tipo de cocina realizan, que vean la vajilla, los espacios y estudien muy bien la estética de los cocineros y sus restaurantes antes de comenzar una sesión».










